Chat Pile – God’s Country (2022)

Pensábamos que no íbamos a encontrar un grupo más perturbado que King 810 pero el debut de Chat Pile nos ha demostrado que la América profunda da para mucho.

Ambas bandas dan bastante miedito, pero no es el único paralelismo que las une. King 810 son de Flint, ciudad tristemente conocida por su agua contaminada. Mientras que «chat pile» hace referencia a los desechos cancerígenos abandonados de las minas de Oklahoma. Los primeros pertenecen al «rust belt», la zona que sufrió el declive industrial a partir de los años 80. Los segundos al «bible belt», no sé qué es peor la verdad. Ambos grupos citan a Korn entre sus referencias, los primeros por su mezcla de metal y rap, los segundos por su afinación ultragrave del bajo. Líricamente, los de Michigan van de malos malísimos, exhibiendo armas semiautomáticas en directo. Mientras que los de Oklahoma se meten en la piel de personajes oscuros, perdedores y asesinos en una sociedad moralmente corrupta.

Es estilísticamente donde encontramos la mayor diferencia. Chat Pile, que solo llevan tres años en activo, practican un sludge realmente correoso y sin concesiones radiofónicas, lo adornan con influencias industriales, noise y noventeras que pueden recordar a bandas como Eyehategod, Godflesh o Jesus Lizard. Sin birguerías, ni estribillos pegadizos, solo ritmos machacones mientras Raygun Busch habla y vomita todo lo que piensa sobre la decadencia del mundo y la ansiedad que eso conlleva. La guinda la ponen con los nueve minutos finales, una pesadilla lisérgica que tiene a Grimace, la mascota de McDonalds como protagonista. Tras cuarenta minutos viviendo en el fango musical de Chat Pile necesito una ducha.