Manic Street Preachers – Futurology (2014)

La gente que me conoce y me quiere sabe lo mucho que han significado (y todavía significan) en mi vida los Manic Street Preachers. Me han educado musical, política y estéticamente. Me han hecho disfrutar de momentos imperecederos, los he pinchado hasta la saciedad (y la suciedad), y coño, la primera vez que los escuché fue gracias a mi hermano, al cual le debo muchas cosas. Así que cada vez que me enfrento a un disco de los Manics, especialmente tras el bajón que tuvieron a principios de siglo, con unos discos desaboríos y flojeras, la mezcla de alegría y nervios es bastante evidente. Grupos como ellos, que te han acompañado durante toda tu vida adulta y tu adolescencia, siempre tienen un hueco en tu corazón (o lo que es lo mismo, han dejado en mi alma una marca de culo hundido en el sofá cual Homer Simpson, que queda menos cursi pero es igual de cierto).

Este “Futurology”, grabado a la par que su anterior y crepuscular “Rewind the film” (un disco que me suelo poner cuando quiero hundirme una vez más en mis propias miserias, que no son pocas) nos muestra a un trío que ha querido dar un repaso a todo su sonido, dándole una nueva capa de chapa y pintura sonora, dejándose llevar por momentos por el rock más marcial, maquinal y frío, como hicieron con mucha mano izquierda en su tremebundo y amargo “The Holy Bible” (LP que defenderé con mis puños de niña si hace falta), pero sin dejar de lado su marcado espíritu popero.

Sí, “Let’s go to war” es oscura y chamánica, “Europa geht durch mich” sigue en la línea pseudorobótica y castrense de la anteriormente citada (y tiene un cencerro bastante protagonista, yea), pero en general este “Futurology” nos presenta a unos Manics, así en pocas palabras, en muy buena forma y siguiendo la senda sónica que han recorrido durante toda su carrera. “Walk me to the bridge” es capaz de alegrarme cualquier mañana de resaca, boca pastosa y dolor de tocha (esos teclados elevan el puto espíritu), “Sex, power, love and Money” es groovy y vacilona a la par que rabiosa y furibunda (y gasta un riff de concurso de guitarras de aire), “Dreaming a city (Hughesovka)” es épica y bailonga, con una línea de bajo protagonista y netamente discoide, “Missguided missile” es tan minimalística como romántica (y de aires electrónicos), y la final e instrumental “Mayakovski”, además de poner la guinda a un más que buen disco, es ardiente e hiriente, y entiendo que está dedicada a uno de los máximos exponentes del futurismo ruso. Así da gusto cultivarse.